Lokem

jueves, 24 de septiembre de 2015

La Reforma Protestante


 
 
Las 95 tesis de Martín Lutero

Disputación acerca de la determinación

del valor de las indulgencias
 

Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
  1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.
  2. Este término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio de los sacerdotes.
  3. Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.
  4. En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.
  5. El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.
  6. El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.
  7. De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.
  8. Los cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.
  9. Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de necesidad.
  10. Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.
  11. Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos dormían.
  12. Antiguamente las penas canónicas no se imponían después sino antes de la absolución, como prueba de la verdadera contrición.
  13. Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de ellas.
  14. Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.
  15. Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy cerca del horror de la desesperación.
  16. Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y al seguridad de la salvación.
  17. Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.
  18. Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.
  19. Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.
  20. Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.
  21. En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.
  22. De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.
  23. Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.
  24. Por esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.
  25. El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.
  26. Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la intercesión.
  27. Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.
  28. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.
  29. ¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.
  30. Nadie está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.
  31. Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.
  32. Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.
  33. Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con Dios.
  34. Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los hombres.
  35. Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan almas o confessionalia.
  36. Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.
  37. Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.
  38. No obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.
  39. Es dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad de la contrición.
  40. La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.
  41. Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.
  42. Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.
  43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.
  44. Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena.
  45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.
  46. Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.
  47. Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.
  48. Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.
  49. Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.
  50. Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
  51. Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.
  52. Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como prenda.
  53. Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en otras iglesias.
  54. Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias que a ella.
  55. Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante)deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.
  56. Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.
  57. Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.
  58. Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.
  59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de su época.
  60. No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.
  61. Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.
  62. El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
  63. Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.
  64. En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.
  65. Por ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.
  66. Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.
  67. Respecto a las indulgencias que los predicadores pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto proporcionan ganancias.
  68. No obstante, son las gracias más pequeñas en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.
  69. Los obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.
  70. Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.
  71. Quién habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.
  72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.
  73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.
  74. Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
  75. Es un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan eficaces como para que puedan absolver, para hablar de algo imposible, a un hombre que haya violado a la madre de Dios.
  76. Decimos por el contrario, que las indulgencias papales no pueden borrar el más leve de los pecados veniales, en concierne a la culpa.
  77. Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.
  78. Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa, como cualquier otro, dispone de mayores gracias, saber: el evangelio, las virtudes espirituales, los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª de Corintios 12.
  79. Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.
  80. Tendrán que rendir cuenta los obispos, curas y teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.
  81. Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.
  82. Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es un motivo completamente insignificante?
  83. Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por los redimidos?
  84. Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?
  85. Del mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?
  86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?
  87. Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué participación concede a los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?
  88. Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el Papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los creyentes?
  89. Dado que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?
  90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.
  91. Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la intención del Papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o más bien no existirían.
  92. Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Paz, paz"; y no hay paz.
  93. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz, cruz" y no hay cruz.
  94. Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.
  95. Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.
                                                                                               Wittenberg, 31 de octubre de 1517.

Reforma Protestante y Contrarreforma Católica

A continuación encontrará una lectura que nos ubica en el contexto en el que Lutero propone las 95 tesis que cuestionaron la situación de la Iglesia católica en el siglo XVI.
El "costo" de las  indulgencias: El Papa León X (en realidad Giovanni de Medici, 1475-1521) fue uno de los pontífices más derrochadores, con diferencia, del Renacimiento y ha pasado a la historia del arte como generoso mecenas de Donato Bramante y Rafael.
Asimismo las costosas guerras en las que participó y su debilidad por el lujo y la opulencia, así como el mantenimiento de sus innumerables protegidos, consumían grandes cantidades de dinero, de manera que siempre se encontraba inmerso en una desenfrenada búsqueda de nuevas formas de conseguir financiación.
Cuando se hizo cargo de la construcción de la basílica de San Pedro de Roma, un proyecto que estaba destinado a devorar cantidades inmensas del preciado metal, le vino en mente un negocio extremadamente lucrativo que ya había puesto en práctica su predecesor, Julio II, pero que todavía podía ser perfeccionado: la venta de indulgencias. Las indulgencias, según la doctrina de la iglesia católica, consisten en la «remisión de la pena temporal» por los pecados cometidos a través de la realización de ciertas acciones como la oración o las buenas obras.
Sin embargo a finales del siglo XII la concesión de indulgencias se había convertido en gran medida en un privilegio del papa que utilizaba para mejorar sus finanzas y durante la Edad Media se instauró dentro de la jerarquía eclesiástica el conocido como «negocio de las indulgencias». Por aquel entonces los clérigos se dedicaban a conceder indulgencias a cambio de dinero y afirmaban estar en condiciones de perdonar los pecados sin necesidad de que existiera un arrepentimiento del pecador llegando incluso a otorgar indulgencias por adelantado en previsión de futuras faltas.
Los predicadores de indulgencias recorrían los pueblos y ciudades ofreciendo sus servidos como si fueran barberos o limpiabotas. Uno de los más «famosos» fue el monje dominico Johannes Tetzel que, gracias a su facilidad de palabra, fue designado directamente por el pontífice para esta labor y que popularizó el pareado:
«Tan pronto como una moneda en los cofres suena,
un alma del purgatorio escapa de su pena. »
Muy pronto se demostró que el pontífice había acertado de pleno: el negocio de las indulgencias resultó extremadamente rentable. Los fieles creían que con su dinero podían limpiar sus almas y que las ofrendas económicas servían para complacer a Dios. Las monedas de oro y plata debían ser trasladadas a Roma en pesadas cajas, pero, como dice un refrán popular: más vale prevenir que tener que lamentar.
A nadie se le había ocurrido pensar en las consecuencias que esta práctica podía acarrear a la larga y, dada la situación, no tardó en aparecer alguien que se rebeló contra esta costumbre de poner precio a los pecados y vender el perdón: el monje agustino Martín Lutero.
El treinta y uno de octubre de 1517 publicó en Wittenberg (Alemania) sus Noventa y cinco tesis contra la venta de indulgencias y el dogmatismo religioso desencadenando con ello la Reforma Protestante, un gran cisma en el seno de la iglesia que desembocó en la guerra de los Treinta Años. A León X, que desdeñó las actividades de Lutero considerándolas «la pataleta de un monje», no tuvo ocasión de presenciar la derrota de la Iglesia católica, pues la muerte le sobrevino en 1521.

 

 


La Contrarreforma Católica
Después de 1521, el Papado comenzó a realizar una serie de reformas para mejorar la organización interna de la Iglesia Católica. Se establecieron reglamentos muy estrictos para las órdenes religiosas tradicionales. En 1540 se autorizó la creación de la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola sobre la base de dos principios: la obediencia absoluta al Papa y la estricta aceptación a los principios de doctrina dictados por la Iglesia de Roma. Los jesuitas se convirtieron en el principal apoyo y defensa del nuevo catolicismo.
En el Concilio de Trento (reunido entre 1545 y 1563) los obispos católicos reafirmaron los dogmas de fe que habían sido puestos en duda por Lutero, crearon centros destinados a la formación de sacerdotes y reconocieron al Papa como la autoridad superior de la Iglesia Católica. Aprobaron también el restablecimiento del Tribunal del Santo Oficio, conocido como la Santa lnquisición. Encargaron a esta institución, que existía desde siglos anteriores, controlar y garantizar la pureza de la fe católica de los creyentes y de aquellos que se convertían al cristianismo. Y también, la realización del índice de los libros prohibidos para la lectura de los católicos, por contener afirmaciones contrarias a la fe. Este movimiento fue llamado la Contrarreforma católica porque se propuso limitar el avance de la Reforma protestante.

martes, 15 de septiembre de 2015

Artistas del Renacimiento

El trabajo que corresponde a este tema consiste en que usted debe seleccionar un artista del Renacimiento y preparar una exposición en la cual comente los aspectos más importantes en la vida del artista que usted seleccione y elabore el dibujo de una de sus obras. En dicha exposición usted debe comentar sobre la obra, su nombre y el significado de la misma, como hicimos con la obra El nacimiento de Venus, que aparece en la unidad. Se tendrán en cuenta la calidad de trabajo, la creatividad de la presentación y la puntualidad en la entrega del mismo.



jueves, 27 de agosto de 2015

Botticelli

El pintor llamado Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, más conocido como Sandro Botticelli, ha llegado al mundo el día 1 de marzo de 1445 en Florencia. Su apodo Sandro Botticelli, se debe a que el apellido alude a su físico semejante a un barril.
Este hombre ha comenzado trabajando como aprendiz de orfebre, y luego ha sido mandado por su padre donde Fra Filippo Lippi, quien se encontraba trabajando en un fresco para el Convento del Carmen. Allí es que surge debido a la síntesis de Lippi sobre el control de formas tridimensionales, la delicadeza expresiva en los rostros y los gestos, y los detalles decorativos influyen fuertemente en Botticelli. De tal modo cerca del año 1470 habría logrado su propio taller de pintura.
Sin dudas, Botticelli ha contribuido a la serie de la Fortitud, datada en 1470 en la Galería Uffizi, él ha sido aprendiz de Andrea del Verrocchio, como también ha aprendido al lado de Leonardo da Vinci, y ha adquirido nombradía en la local Iglesia de Ognissanti, con un San Agustín que competía exitosamente como ornamento con la obra Jerónimo de Domenico Ghirlandaio.
Al tiempo, se nota el estilo de Botticelli, él ha  utilizado consistentemente la forma circular llamada tondo y ha producido muchos desnudos femeninos muy bellos, según Giorgio Vasari, ha dado a luz a su obra “Venus” en la villa de los Médicis en Castello.
En su vida, Sandro se describía como intensamente religioso, en su vida ha quemaodo sus propias pinturas de temas paganos en la notoria Hoguera de las vanidades, él antes había pintado Asunción de María para Matteo Palmieri en una capilla en San Pedro Mayor en la que, se rumoreaba, tanto el patrón que dictó el esquema icónico como el pintor que lo realizó, eran culpables de herejía, un asunto delicado para el tema en cuestión. Este rumor ha sido afianzado por Vasari luego aclarado, y dicha pintura, ahora parte de la Galería Nacional en Londres.
Su obra  “La Adoración de los magos” para Santa Maria de Novella, creada en el año 1476, es la que contiene retratos de Cosme de Médicis, en donde el nieto Giuliano de Médicis, y Giovanni, el hijo de Cosme, han sido descritos efusivamente por Vasari, en donde  Sandro luego demuestra claramente la distinción entre los trajes de cada uno de los reyes, definitivamente un trabajo maravilloso en color, diseño y composición.
Al llegar el año 1481, el Papa Sixto IV lo convoca junto a otros artistas para elaborar un fresco en las paredes de la Capilla Sixtina, y sin dudas la contribución de Sandro ha sido moderadamente exitosa. Al finalizar regresa a Florencia, e inspirado por su experiencia ilustra el Infierno que él mismo imprime, dedicando mucho tiempo sobre él, abstención al trabajo que condujo a serios desórdenes en su vida. Y al escribir al mismo tiempo un comentario sobre Dante, caracteriza Vasari el primer Dante impreso en su obra de  1481, con decoraciones de Botticelli.
Llega un momento clave de su vida en el que Fray Girolamo Savonarola comienza a predicar el infierno y la condena, y el susceptible Sandro Botticelli se convierte en uno de sus adherentes, un piagnone abandona la pintura como vanidad terrenal, quema muchos de sus trabajos, cayendo en la pobreza, y habría muerto de hambre sino hubiera sido por la diligente ayuda de sus patrones anteriores.
Este impecable pintor italiano que ha dejado su cuota al arte, se ha dedicado en su vida además a pintar retratos de sus mecenas, que no cuentan con la belleza, la mística, la luminosidad y el espíritu de sus otras composiciones, pero si con su estilo inigualable.
Algunas de sus obras
  • (1500)   Natividad mística
  • (1500)   Marte y Venus
  • (1500)   La fortaleza
  • (1500)   Palas y el Centauro
  • (1485)   El nacimiento de Venus
  • (1477)   La primavera
  • (1477)   San Sebastián
  • (1477)   Virgen del Magnificat
  • (1477)   La tentación de Cristo
  • (1477)   La calumnia





¿Cuál es el significado de la Primavera de Botticelli?
La obra más famosa de Sandro Botticelli, es del año 1482 aproximadamente y varias fuentes han confirmado que la pintura fue realizada para Lorenzo di Pierfrancesco de’ Medici (1463-1503), primo de segundo grado del Magnifico.
La escena en un bosque formado por árboles naranja y frutos; con un cielo azul de fondo, se disponen nueve personajes, en una composición que gira en torno al personaje central, una mujer con sábana roja. El suelo se compone por un prado formado por una gran variedad de vegetales y flores.
La Primavera esconde varios niveles de lectura: uno estríctamente mitológico, cuya explicación es unanimamente compartida; uno filosófico, ligado principalmente a la filosofía de la academia neoplatónica; uno histórico-dinástico, ligado a las peripecias contemporaneas y a la gratificación del cliente y de su familia. El sentido general de la obra es todavía oscuro y abierto a varias interpretaciones.
Según lla interpretación mitológica los personajes se encuentran en el famoso jardín Esperidi: el primero a la derecha es Zefiro, viento de primavera que rapta por amor a la ninfa Clori, embarazandola; de este acto la ninfa renace y se transforma en Flora, ósea la misma  primavera representada como una mujer con un vestido floreado y que propaga flores hacia la tierra.
Al centro del cuadro se encuentra Venus, símbolo neoplatónico del amor más elevado, que observa toda la escena. Sobre ella vuela su hijo Cupido. A su izquierda se encuenytran las tres Gracias que están bailando. Aún más  a la izquierda se nota Mercurio, el mensajero de los dioses, representado con las alas en los pies, que con el caduceo alejaba las nubes para tener una eterna primavera.
En cuanto a la interpretación filosófica, el primer crítico que puso el cuedro directamente en relación con el círculo de filosóficos neoplatónicos frequentada por Botticelli fue Aby Warburg en 1893, quien leía la Primavera como la representación de Venus después del nacimiento, durante la llegada a su reino. Segundo fue Ernst Gombrich en la Primavera se narraría como el amor, en sus diversos grados, llega a despegar al hombre del mundo trerrenal para llevarlo al espiritual: Zefiro y Clori representarían la fuerza del amor sensual e irracional, que es fuentee de vida (Flora) y, tramite la mediación de Venus y Cupido, se transforma en algo más perfecto (las Gracias), para después emprender el vuelo hacia las esferas celestes guiado por Mercurio.
Según algunas lecturas de las obras ligadas al cliente, los personajesmitolàogicos de la pintura seràian las representaciones de personajes fiorentinos e de sus virtudes, como en un desfile de carnaval. ya que parece que la obra fue inicialmente comisionada a Botticelli por Giuliano de’ Medici en ocasión del nacimiento de su hijo Giulio (futuro papa Clemente VII), nacido de Fioretta Gorini con quien se había casado en gran secreto en 1478. Pero Giuliano falleció en la Conspiración de los Pazzi tramada contra su hermano en el mismo año, un mes antes del nacimiento de su hijo, por lo que el cuadro, aún sin terminar, fue “reciclado” por el primo Pierfrancesco de’ Medici tiempo después para celebrar sus bodas, insertando su retrato y el de su esposa Semiramide Appiani, de quien se decía tener una belleza extrema.
Con base en otros retratos y pinturas de Botticelli, en los varios protagonistas de la representación se individuaron varios personajes de casa Medici: en particular en las tres Grracias se reconocían Caterina Sforza (derecha) y Simonetta Vespucci (al centro), la fuente de inspiración para el Nacimiento de venus, que observa soñadora a Mercurio-Giuliano de’ Medici.
En cuanto a la lectura histórica, según Horst Bredekamp, se debería considerar la pintura como alegoría d ela edad de Oro en época medicea. La presencia de Flora sería una alusión a Florentia y entonces al antiguo origen de la ciudad de Florencia. Las otras figuras serían cidades ligadas en diferentes maneras a Florencia: Mercurio-Milán, Cupido (Amor)-Roma, las Tres Gracias como Pisa, Nápoles y Genova, la ninfa Maya como Mantua, Venus como Venecia y Borea como Bolzano.
Otros estudios han hipotizado que la pintura sea una especie de calendario rural abreviado de la bella estación: desde febrero (Zefiro) hasta septiembre (Mercurio), en la esperanza de una Primavera sin fin.
Tomado de http://www.adgblog.it/2013/03/30/el-significado-de-la-primavera-de-botticelli/